Por Manuel García Pérez
Si em parles del desig, de Manel Alonso i Català
Premi de Poesia Antoni Matutano 2010.
Vila d´Almassora
Onada Edicions, Benicarló, 2010.
La poesía de Manel Alonso se fragua en una constante reinterpretación de
la fisicalidad de los cuerpos a través
de la mutabilidad de elementos del paisaje; una percepción sensorial del cuerpo
que trasciende las palabras, buscando en la latencia de una sonoridad meditada,
en la depuración formal y en el predominio del sustantivo una preeminencia de
las sustancias frente a lo accidental, que es el mundo.
El poemario evoluciona desde una aprehensión del cuerpo como lugar
indómito y virginal hasta la máxima exaltación del deseo cuando el clímax de su
encuentro posibilita que el poeta transgreda lo incomunicable y las metáforas
ocupen el espacio de las palabras y la fijación de las lascivas miradas: “El
seu cos és el ferro ferm, voluptuós, incandescent,/ que imprimeix la ubérrima
geografía de l´univers (…)”.
No importa el acontecimiento o la
acción de las cosas en el mundo, sino la propia mismidad del cuerpo, su
adherencia a un espacio intemporal, sin nombre, sin memoria: “Duia peces que no
ocultaven el seu cos/ sinó que li subratllaven la sensualitat madura,/ la seua
sexualitat de pantera albina”. Los referentes románticos y decadentistas de
algunas imágenes nos retornan a una concepción neoplatónica de la otredad donde
las luminiscencias, la frondosa penumbra y el panteísmo transfiguran la
carnalidad de los cuerpos en una dichosa celebración de una naturaleza
idealizada: “El vèrtex de dues pirámides turgents/ eclosuona en tulipes obertes
i rosades/ i la llodriguera saborosa, oculta/ darrere d´una madeixa obscura,/
esbossa un estany de sucre i mel”.
En el cuerpo se engendra todo lo viviente, toda vez que el poeta
configura toda su cosmogonía para expresar aquello que es incomunicable a
través de otro lenguaje que no sea el poético: “El rou li flüia de de les
sements vers la pell/ anunciant una deu mansa i tèbia (…) L´acaricies i s´obrí
com una rosa/ buscant el raig solar”.
La sexualidad se comprende desde un flujo temporal que abarca el
conocimiento sensitivo, expresado en aras de una tradición simbólica
reconocible (no solo en el Medievo, sino también en poetas novecentistas),
inherente a una contemplación quasi-mística donde, tras la cópula, queda el
rescoldo de aquella experiencia sustituible, un recuerdo que se diluye en cada
verso como único testimonio, suficiente y total, que atesora la permanencia del
deseo: “Com un bodegó,/el teu cos fruita i cantir./ Sadolla'ns de llum!”.
(Publicat a la revista digital del Baix Segura MinutoCero el 13-1-2012)