Por Joaquín Corencia.
¡Caray, qué aventura! Manel Alonso. Ilustraciones Cesa Perelló. Colección Saltamontes número 4. Brosquil edicions. Valencia, 2004
¡Caray, qué aventura! está ambientada en el barrio viejo de Pouet, pseudónimo literario de la localidad valenciana de Puçol. Allí cuatro amigos juegan con la bici, la videoconsola o la pelota. A cualquier cosa con tal de no leer un libro. ¿Te suena esta canción? Sin embargo, un hecho fortuito romperá su rutina y les retendrá como rehenes en la biblioteca de la Casa de la Cultura. En este inhóspito lugar les espera un duende y una lección inusitada: los libros esconden los viajes más extraordinarios de nuestra vida. En efecto, las historias y peripecias que nos narra un libro siempre son invitaciones a vivir nuevas experiencias, a conocer otras vidas y otros mundos, a desarrollar nuestra imaginación, a lanzarnos a un viaje iniciático a través de otros espacios, otras personas, otros tiempos.
El genio que se oculta en ¡Caray, qué aventura! enseña a los chavales de 9 a 11 años que la lectura es siempre una aventura, una diversión, una experiencia que nos marca, nos estimula y nos hace crecer. Y lo hace con personajes arquetípicos: el pirata, el detective, la bruja y el terror.
La palabra escrita parafrasea a aquellos que escribieron antes que nosotros, intenta insertarse, acomodarse en el continuum de la literatura. Y, simultáneamente a este diálogo diacrónico, tiene siempre una aspiración de futuro, desea ser perdurable, trascender sus límites espaciotemporales y proyectarse hacia otros lugares y tiempos. Así, los personajes de una narración nos emocionan y vinculan con sus vidas y adversidades. El cuento y el libro infantil tiene también esa magia que transporta al lector al mundo de lo imaginario en el que todo es posible y sorprendente, en el que, tras las pruebas iniciáticas que deben superar los cuatro chavales de ¡Caray, qué aventura!, estos personajes, como los lectores, conseguirán volver a sus vidas. Aunque éstas ya no serán las mismas, la lectura los/nos hace más inteligentes, nos ha llevado de viaje y nos ha transformado para siempre.
El genio que se oculta en ¡Caray, qué aventura! enseña a los chavales de 9 a 11 años que la lectura es siempre una aventura, una diversión, una experiencia que nos marca, nos estimula y nos hace crecer. Y lo hace con personajes arquetípicos: el pirata, el detective, la bruja y el terror.
La palabra escrita parafrasea a aquellos que escribieron antes que nosotros, intenta insertarse, acomodarse en el continuum de la literatura. Y, simultáneamente a este diálogo diacrónico, tiene siempre una aspiración de futuro, desea ser perdurable, trascender sus límites espaciotemporales y proyectarse hacia otros lugares y tiempos. Así, los personajes de una narración nos emocionan y vinculan con sus vidas y adversidades. El cuento y el libro infantil tiene también esa magia que transporta al lector al mundo de lo imaginario en el que todo es posible y sorprendente, en el que, tras las pruebas iniciáticas que deben superar los cuatro chavales de ¡Caray, qué aventura!, estos personajes, como los lectores, conseguirán volver a sus vidas. Aunque éstas ya no serán las mismas, la lectura los/nos hace más inteligentes, nos ha llevado de viaje y nos ha transformado para siempre.
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